Ser sostenible, personas retornables

El biólogo, ambientólogo y creyente en la sostenibilidad Raúl Gómez nos hace llegar el presente artículo de su blog sersostenible. Raúl, Master en Ingeniería y Gestión del Medio Ambiente, lleva 15 años trabajando en actividades relacionadas con el medio ambiente. Ahora quiere compartir sus inquietudes con la audiencia de SamarucDigital. Para empezar sus colaboraciones Raúl nos cuenta la historia de Juan, un hombre que vive de recoger chatarra al tiempo que recuerda el negocio y la problemática existente en torno a los residuos.

Llevo meses viendo esa casa rodeada de imponentes montañas de basura, cada mañana de camino al colegio de mi hijo la veo y no dejo de sorprenderme y no me acostumbro. La casa está junto a la carretera, tan cerca que casi se podría tocar si alargaras el brazo. Todos los días, pasan junto a ella miles de personas que, como yo, al principio se sorprenden al ver las montañas de basura que la rodean. A los pocos días la sorpresa suele dar paso a la indiferencia pasando a ser una parte más del anodino y rutinario paisaje de camino al trabajo.

El tema de los residuos me interesa mucho, así que hoy he decidido acercarme y hacer unas fotos para Me acerco con mi cámara dispuesto a sacar unas fotos impactantes y allí, nada más llegar me encuentro a Juan, comiendo, entre montañas de desechos. Juan debe tener unos 65 años, es difícil saberlo, podrían ser diez más pero también diez menos. Su gran barba canosa y sus gafas casi no dejan ver su arrugada cara. Viste un vaquero y una camisa rosa dos tallas más grande de lo que le tocaría y por encima de ésta un chaleco reflectante que seguro que le ha salvado la vida más de una vez. Lleva la misma ropa con la que le he visto “trabajando” por mi barrio.

Juan me ve haciendo fotos, le pregunto si puedo hacerle alguna, me dice que sí. Hablamos. Me advierte, que vaya con cuidado, que aquella zona es peligrosa para ir con una cámara cara. Es un hombre animado, educado, amable.
Juan vive desde hace años en esa casa abandonada y ocupada a las afueras de Valencia, en una de esas zonas degradadas que fue de huerta fértil y ahora están dejadas de la mano de Dios, entre carreteras principales, en medio de la nada, rodeada de otros campos y casas abandonadas conectadas por caminos descuidados y llenos de baches y cunetas salpicadas de montones de escombros de reformistas sin escrúpulos. En los alrededores se acumulan actividades y servicios que nadie quiere tener cerca; aquí una depuradora, allí un desguace.
En la casa viven, junto a Juan, entre 10 y 12 personas más, ni siquiera él lo sabe exactamente. Cada uno tiene su vida y mejor respetarla para no tener problemas. La mayoría son extranjeros, rumanos sobre todo. Él es el único valenciano. Me cuenta que cada mes y medio aproximadamente se alojan allí varias familias de rumanos y tras estar un mes recogiendo chatarra se vuelven a su país. Me imagino mientras lo escucho lo que tiene que ser pasar una noche en esa casa.

"La persona más sostenible que conozco"
Juan se dedica a recorrer las calles con su carrito recogiendo basura de los contenedores, no cualquier cosa, está especializado en el aluminio. Dice que ya está mayor y que no puede cargar con demasiado peso y el aluminio pesa poco y lo pagan bien. Juan vive de la basura, pero no lo cuenta con la vergüenza del que lo ha perdido todo sino más bien todo lo contrario, está orgulloso de su trabajo. Mientras habla, yo caigo en la cuenta que seguramente Juan es la persona más sostenible que conozco. A ver quién iguala su huella ambiental.
La vía del AVE a Madrid trascurre a solo a unos pocos cientos de metros de la casa. Cada hora el AVE pasa imponente a gran velocidad, lleno de hombres de empresa, recordándonos que somos un país moderno. Hoy en él va Oscar, un ejecutivo de éxito entregado a su trabajo, representante de las empresas que fabrican las bebidas que van en las latas que recoge Juan, de vuelta a Madrid tras una dura reunión con Julià, un político local con ganas de cambiar las cosas, entre otras, las que Oscar defiende. La reunión ha sido tensa, incluso desagradable. Las posturas están encontradas. Esta vez será difícil llegar a un acuerdo.

A algo más de un kilómetro de la casa, en plena ciudad, trabaja Julià. Es una persona de convicciones, defiende sus ideas con vehemencia y no se deja arrinconar y menos ahora que ocupa un importante cargo político en aquello que más le preocupa, el medio ambiente. Entre sus batallas está implantar un nuevo sistema de gestión de residuos, que mejorará el actual. Un sistema que conseguirá que las latas de bebidas que recoge Juan desaparezcan de las calles.

Julià no sabe que existe Juan. Óscar tampoco. A mí, que he trabajado para gente como Julià y Óscar, me encantaría que sacaran un ratito entre reunión y reunión para presentarles a Juan, y para que sintieran, en ese improbable encuentro, lo mismo que he sentido yo al conocerlo. Seguramente Juan, que no quiere saber nada de política ni de negocios, les atendería amablemente pero no les pediría nada. Yo en cambio, aprovecharía para decirles alguna cosa:

A Óscar, yo que he visto lo que entra y lo que sale de unas cuantas plantas de residuos, le diría que es hora de hacer algo más, que su interés debe ser el de todos y no el de unos pocos, y ya de paso que incluya a Juan y sus colegas, entre sus stakeholders y que piense en lo mucho que podría hacer por ellos. Le diría a Julià que se rodee de gente que sepa y tenga pasión, sean de los suyos o no,  y que imaginen un sistema de Retorno de envases que además de ser ambientalmente sostenible sirva para retornar a Juan y a todos los Juanes que pululan por nuestras calles a una vida digna. Les diría a ambos lo importante que es el “poder de la colaboración” para trabajar por el medio ambiente y por la dignidad de las personas. Que lo intenten, que es sólo cuestión de voluntad, ganas y un poco de imaginación.

Y ahora ya de noche, acaba un día más en la vida de Juan, en la de Oscar, en la de Julià y sí, también en la mía, aquí escribiendo en este nuevo blog que casi nadie lee (aún) sobre vidas cruzadas por la coincidencia y el azar, con la esperanza de que sea leído por sus protagonistas y que las reuniones entre Oscar y Julià sean menos tensas, por el bien de todos y sobre todo por el bien de Juan.

PD: Esta mañana he vuelto a ver a Juan con su carrito lleno de latas, esta vez por mi barrio. Le he presentado a mi mujer y a mi hijo. Le he explicado donde vivimos por si alguna vez necesita algo. Nos hemos hecho una foto juntos. Iba a explicarle todo esto del SDDR y los SIG pero él estaba más interesado en explicarme sus cosas y yo en escucharle, así que he recibido una masterclass particular sobre dónde y cómo buscar para sacar dinero de la basura y sobre las oscilaciones de precios en el mercado del aluminio.

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