La aburrida triple pregunta filosófica, en su formulación habitual –¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?– sugiere la idea de que los seres humanos nos desplazamos en el espacio-tiempo sin desgaste de nuestra mismidad, sin alterar lo que somos sustancialmente; pero, qué pasaría si lo que nos preguntáramos fuera ¿Quiénes éramos? ¿Dónde estamos? ¿Quiénes seremos?, como corresponde a una existencia que se transforma sin cesar como el mudable río heraclitano que excava su sinuoso cauce en la impasible tierra firme. Creo que de eso, en gran medida, va la obra de Isabel Oliver.