La trashumancia

Participamos de una de las tradiciones ganaderas más antiguas que todavía existen: la trashumancia vaquera desde las montañas de Teruel hasta la llanura castellonense. Conoceremos un viaje repleto de trabas como son el abandono de las veredas o la falta de pastos costeros.

Unos ganaderos conducen 30 vacas por una vía pecuaria entre las provincias de Teruel y Castellón. Proceden de las montañas de Valdelinares, a la sierra de Gúdar. Su destino se encuentra en la Plana Alta castellonense, en el Parque Natural del Prat de Cabanes-Torreblanca, además de 100 kilómetros. Hace más de 25 años que el ganado vacuno no entra al Prat. Pero ahora la nueva dirección quiere recuperar esta actividad tradicional que considera sostenible con el ecosistema húmedo.

Los pastores anhelan un objetivo muy sencillo: aprovechar al máximo el escalonamiento de los pastos, tal como ya hacían sus antepasados hace siglos. Pero ahora las cosas han cambiado por las múltiples complicaciones del camino: las vías pecuarias no se respetan y a la llanura litoral casi se ha perdido los campos de pasto. Todo esto, junto con otros problemas convierten la trashumancia en una práctica milenaria en vías de extinción. 

 Trashumancia en su paso por Mosqueruela

Los pastores inician la trashumancia de buena mañana.. La ermita de Santo Lambert de Mosqueruela, en la provincia de Teruel, es el primer lugar para hacer un breve descanso. Vacas y ganaderos bajan de dos cortijos del término de Linares, a 2.000 metros de altura. "Han estado en las fincas de verano, más altas, pastos más frescos y ahora bajan a los pastos de invierno que es un clima más cálido. Al hacer la trashumancia no masificamos las fincas, les damos tiempos a que se regeneran" explica Fernando Robres, ganadero trashumante.

Fernando y su manada pasan por esta vía pecuaria dos veces en el año. La una en el mes de noviembre, hacia las tierras costeras para huir de los rigores invernales, y la otra, hacia el mes de abril para aprovechar los pastos verdes de la montaña. Los ganaderos comprueban cada año como el camino que conecta Mosqueruela con Vistabella va degradándose lentamente. Las paredes de piedra seca se deshacen. Los animales huyen por los agujeros y se hace difícil guiarlas. 

 Fernando Robres, ganadero trashumante.

Completada la primera etapa de la trashumancia, los animales dormirán a Mosqueruela. Mañana les espera otra jornada dificultosa de unos 20 kilómetros por las montañas escarpadas que unen Mosqueruela y Vistabella. 

El amanecer activa al equipo trashumante. Los animales pertenecen a tres razas diferentes, las marrones son asturianas de los valles y de las montañas y las blancas charoleses. Aunque todas tienen una característica que las hace únicas, "Empezaros en el 2011 el periodo de conversión. Estuvimos dos años y después ya toda la explotación, todas las fincas, todas las vacas, todo lo que tenemos es producción ecológica" comenta Fernando.

Desde el bosque de los Collaos de Mosqueruela se divisa a la distancia la montaña Penyagolosa. Por aquí, durante el verano y el otoño, ha llovido poco. La tierra está enjuta, la hierba seca y los charcos donde suelen beber las vacas trashumantes son un espejismo. La procesionaria del pino se gana la vida sin sufrir. Se alimenta de las acículas de los pinos sin problemas porque su peor enemigo, la helada persistente, no llega. 

El séquito trashumante se dirige hacia la provincia de Castelló por el camino real denominado Vereda de Mar a Mar que une Mosquerola con la población castellonense de Cabanes

El puente de Maravillas salva el impresionante barranco del río Montlleó, además de separar las provincias de Teruel y Castelló. Este río, seco la mayor parte del año, se encuentra encajado en un impresionante desfiladero. La costa de Las Calzadas conduce las vacas hasta la construcción de piedra. Su uso siempre fue ganadero. Las crecidas del Montlleó no tenían que impedir el paso de la manada. 

 El puente de Maravillas

La trashumancia llega por fin al término de Cabanes después de una breve estancia a Vistabella. Los animales han andado unos 60 kilómetros en 4 días. Pero aquí la trashumancia se topa con los principales problemas: carreteras nacionales, autopistas y la vía del tren, que hacen desaparecer la vía pecuaria, ya no quedan señales de tráfico que adviertan de su presencia, caminos repletos de vertidos ilegales, capaces de herir las patas de los animales... 

Hacía 25 años que la manada vacuna no bajaba de las montañas de Teruel y Castelló al Prat de Cabanes-Torreblanca, a pesar de la voluntad de los ganaderos. “Queremos recuperar una actividad tradicional y sostenible. Por otra parte la manada lo que hará es un nuevo mosaico de vegetación, porque comiéndose la hierba daremos lugar a que un nuevo hábitat aparezca y, además, crearán una franja de discontinuidad para en caso de incendio hacer una actividad de prevención” dice Aurora Quero de Lera, Directora Conservadora del Prat de Cabanes y Torreblanca. 

Los grandes movimientos trashumantes practicados desde el siglo X por los pastores valencianos, aragoneses y catalanes han unido las tierras costeras con las montañas del interior para aprovechar al máximo el escalonamiento de los pastos. Pero el futuro de la trashumancia es una incógnita por las múltiples complicaciones del camino. Y, sobre todo, por la dificultad hora de encontrar pastos costeros. De momento, estas 30 vacas ecológicas pacerán una superficie de 50 hectáreas de parque natural durante tres meses. Una realidad que mantiene viva una tradición centenaria.


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