El archipiélago de las aves

Las Columbretes son parada y fonda fundamental para miles de aves durante su viaje migratorio de ida y vuelta entre Europa y África. Centenares de especies descansan a las Columbretes antes de hacer el último salto al continente e iniciar la reproducción.

Al archipiélago de las Columbretes despierta un nuevo día con coro de voces que protagonizan miles de aves. La primavera es un periodo muy especial para estas islas de origen volcánico de borde dos millones y medio de años. Esta salpicadura de escollos, islotes y una isla llamada Gorda o Columbret Grande es un verdadero salvavidas para millones de aves en su ir y venir entre África y Europa. 

Se cumplen mès 30 años de la declaración de las Columbretes como parque natural. Un poco más tarde se convirtieron en reserva natural y el 1990, en reserva marina. Los motivos fueron diversos: el interés geológico por el singular vulcanismo que originó las islas, la ornitofauna que habita, donde destacan especies como la gaviota de Audouin, la pardela cenicienta, el halcón de Eleonor o el cormorán moñudo, la fauna terrestre protagonizada por la famosa lagartija de las Columbretes, la flora con la presencia del único endemismo insular valenciano como es la lobularia marítima y finalmente los riquísimos fondos marinos que ofrecen una extraordinaria diversidad de ambientes. 

 Columbretes. Foto: Alvaro Olavarría

El archipiélago de las aves

La primavera y el otoño son los periodos de máxima presencia de aves en las islas. A las residentes marinas de todo el año se suman multitud de pájaros transmediterráneos que van y vienen de manera escalonada. Las aves migradoras que prefieren la ruta de las Columbretes para desplazarse entre los dos continentes recorren más de 400 kilómetros por mar abierto. Estas islas junto con las Baleares son parada y fonda salvadora para centenares de ellas. 

El archipiélago de las Columbretes es como un pequeño aeropuerto para millones de pasajeras plomadas en continúa migración intercontinental donde aterrizan y toman el vuelo sin cesar. Otros prefieren pasar largas temporadas para criar sus piojos como son los halcones de Eleonor, el cormorán moñudo, las gaviotas de Audouin, las gaviotas patiamatillas y las pardelas cenicientas. A veces la reserva integral del Carallot concentra centenares de estas aves marinas que llegan para pescar. Sobre todo los días que el mar entra en ebullición a consecuencia de los miles de peces que rodean el Bergantí. 


La gaviota de Audouin, especie endémica del Mediterráneo, es unos de los habitantes más ilustres de las Columbretes. Anualmente se censa la colonia. Esta gaviota ha sido una de las más raras y amenazadas del mundo. En la década de los años 70 del siglo pasado las islas albergaban la colonia más grande con unas 700 parejas. Ahora, 40 años después, la especie tiene buena salud con más de 20 mil distribuidas por el litoral mediterráneo español, norte de Argelia y Marruecos y la costa atlántica africana. 

Inmenso jardín florecido en medio del azul del Mediterráneo.

Las primaveras más lluviosas conceden en las islas un aspecto impresionante de inmenso jardín florecido en medio del azul del Mediterráneo. Las protagonistas de esta gigantesca paleta de colores son las flores amarillas de la alfalfa arbórea (Medicago citrina), el manto blanco formado por los millones de requiebros aromáticos de las lobularias marítimas (Lobularia marítima columbretensis) y el color rosa de las malvas arbóreas (Lavatera arborea) de entre otras plantas insulares. 

 malvas arbóreas (Lavatera arborea). Foto: Alvaro Olavarría

Los guardas del paraiso

Vicent Ferrís es guarda de la reserva marina de las islas Columbretes desde el año 1988. Durante la primavera y el otoño colabora en la campaña internacional Piccole Isole de anillamiento en pequeñas islas del Mediterráneo. En el proyecto participan numerosas estaciones de anillamiento que tienen como objetivo estudiar la migración de los paseriformes europeos. Cada temporada pasan por las manos de los anelladors que participan más de 4000 aves de unas 40 especies. 

 Abel Campos y Vicent Ferris

Una de las principales ocupaciones de los guardas durante los meses de primavera y verano es acompañar y guiar los numerosos turistas que visitan la isla. Cada año aumenta la demanda para visitar el archipiélago. Durante los últimos 30 años han chafado la isla Gorda borde 78 mil turistas. El cupón diario es de 78 personas pero los fines de semana de julio y agosto se eleva a 120. Cómo en otros lugares del mundo el turismo masivo parece amenazar esta joya extremadamente frágil del Mediterráneo porque como también ocurre en otros parajes resulta complicado conjugar conservación con el uso y el disfrutar del espacio natural. 

La reserva marina 

El año 1989 se declaró reserva marina con la intención de proteger las numerosas especies de interés pesquero que habitan los fondos. La reserva tiene una superficie de poco más de 5.500 hectáreas en aguas exteriores. Cuenta con dos reservas integrales localizadas en los entornos del Carallot  y del mural del Cementerio y tres zonas de uso restringido cómo son los entornos de l’Illa Grossa, la Ferrera y la Foradada. La reserva cuenta con un servicio de guardapescas jurados que tienen que velar por la protección. 

L’illa Major, la Ferrera, la Foradada, el Carallot, Cerqueró, Xurruca, Espinosa, Navarrete, Bauzà, la Senyoreta, Mancolliure, el Mascarat, Valdés, Lobo, Méndez Núñez, Jorge Juan, Piedra Joaquín, Mendoza, Patino y Ulloa son los pilares de un archipiélago valenciano dedicado al grupo de animales más libres de la tierra y del mar.


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