Alimentación, pobreza y cambio climático

Los tres últimos días mundiales que hemos celebrado últimamente (Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimento, Día Mundial de la Alimentación y Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza) son recordatorios de una realidad terrible que políticos y ciudadanos deberíamos mirar de cara y hacerle frente si queremos vivir en una sociedad sana en la era POSTCIVID.

El hambre es el síntoma indiscutible de la pobreza extrema. Y hambre y pobreza aumentan cada año en todo el mundo, también en España y en la Comunitat Valenciana. Según el último informe de la FAO (SOFI 2018), en el mundo, 1.400 millones de personas sufren pobreza extrema y 820 millones desnutrición crónica. Sin embargo, un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en el mundo - aproximadamente 1.700 millones de toneladas al año, cuyo coste alcanza los 936 billones USD al año más de 728 billones de euros al año. Las pérdidas y desperdicio producidos en Europa, permitirían alimentar a 200 millones de personas.

Es la paradoja de la sociedad de consumo, que más allá de proporcionarnos felicidad y bienestar nos enfrenta a la desigualdad, el hambre y la pobreza. Una pobreza que ya no es lejana, está aquí, nos rodea. Desgraciadamente, España y la Comunitat Valenciana suspenden en los principales indicadores de medición de la pobreza y desperdicio de alimentos, y se presupone que el efecto de la Covid19 agravará la situación en los próximos años en cuanto a la pobreza. 

Niveles aterradores de pobreza y exclusión

Es vergonzante, o a mi me lo parece, que Philip Alston, ex Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, en el informe sobre su visita oficial a España este año, publicado el pasado 7 julio, pusiera en evidencia las políticas sociales del gobierno central y de las Comunidades Autónomas. Alston encontró “niveles aterradores de pobreza y exclusión, políticas gubernamentales que no llegan a las personas que necesitan apoyo y niveles escandalosamente altos de desigualdad”. Para Aliston la situación con la pandemia se ha empeorado en España después de su visita: “El COVID-19 ha arrojado luz sobre las graves deficiencias en las políticas del gobierno central y las comunidades autónomas para combatir la pobreza, con millones de personas que no pueden trabajar sufriendo por retrasos en el pago de prestaciones, problemas técnicos y una asistencia inadecuada”. Y las cifras le dan la razón.


España y la Comunitat Valenciana suspenden en la lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social 

Según el informe EL Estado de la pobreza. Avance de resultados, julio 2020 elaborado por el European Anti-Poverty Network (EAPN), Plataforma Europea de Entidades Sociales que trabajan y luchan contra la Pobreza y la Exclusión Social en los países miembros de la Unión Europea, España falló en el cumplimiento de los objetivos comprometidos en la Estrategia Europa 2020, cuyo período de vigencia ha concluido. No solo no se redujeron, sino que, al contrario de lo sucedido en la mayoría de los países europeos, se incrementaron de forma notable. La tasa de pobreza se sitúa 4,3 puntos porcentuales superior a la media UE y la séptima más alta de todos los países miembros. Por encima sólo están Bulgaria, Rumanía, Grecia, Letonia, Lituania e Italia. En el año 2019, un total de 11.870.000 personas, que suponen el 25,3 % de la población española y el 29,5 % los niños está en Riesgo de Pobreza y/o Exclusión Social, una de las tasas más altas en Europa. El 50% experimenta dificultades para llegar a fin de mes y el 4,7 % sufre carencia material severa lo que supone algo más de 2,2 millones de personas. 

El citado informe sitúa a la Comunitat Valenciana entre las Autonomías del sur que superan la media Española en la tasa de Riesgo de Pobreza y/o Exclusión. El 27 % de la población está en Riesgo de Pobreza y/o Exclusión. La carencia material severa, se ha incrementado notablemente desde el 2,9% hasta el 4,8%, por encima 4,7% de la tasa media nacional.  Sorprende, vista las tasas de pobreza, que en  2018 los hogares españoles tiraran a la basura 1.339 millones de kg de alimentos y bebidas. 8 de cada 10 españoles tiraron comida a la basura sin consumirla, según el Panel de Consumo de Alimentación de 2019 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. España es el séptimo país de la Unión Europea que más comida tira a la basura, tras Reino Unido, Alemania, Holanda, Francia, Polonia e Italia. 

 Fuente: El estado de la pobreza. Seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España 2008-2019. European Anti-Poverty Network (EAPN)

Desigualdad, amnesia, nuevos pobres y cambio climático

Estas cifras nos hablan de una gran desigualdad y de una amnesia o falta de concienciación de los que más tienen. Pero la situación subjetiva individual que tenemos los Españoles es que vivimos en el primer mundo y que somos ricos. A nadie le gusta ser pobre o pasar hambre, y políticos y ciudadanos preferimos mirar hacia otro lado. Estamos muy acostumbrados a las cifras que en cierta medida enmascaran y nos hacen permeables la tragedia. Pasa algo parecido con las cifras del Covid19. Pero hay que recordar que detrás de las cifras se encuentran personas. Millones de personas que pasan hambre o dificultades y millones de personas que desperdician alimentos incluso sin llegar a utilizarlos, tal cual se compraron. 

Pero en esta gran brecha social algo se iguala, el perfil de la persona pobre ha cambiado. Una parte importante de la población pobre está constituida por personas españolas, adultas, con nivel educativo medio o alto y, además, con trabajo. El 16 % tienen educación superior y sólo el 24,4 % de las personas pobres mayores de 15 años está en paro, la conclusión es que el desempleo no define a la pobreza. En la actualidad por el contrario, según el informe de la EAPN, el grupo más numeroso entre los pobres es el de las personas ocupadas y una de cada tres personas pobres, mayores de 15 años, trabajan, es decir, disponen de un empleo remunerado, pero cuyo salario no les permite disponer de los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas. Todas estas circunstancias se agravarán con la crisis económica de la COVID19. 

Así que estos tres últimos días mundiales que hemos celebrado últimamente (Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimento, Día Mundial de la Alimentación y Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza) son recordatorios de una realidad terrible que políticos y ciudadanos deberíamos mirar de cara y hacerle frente si queremos vivir en una sociedad sana en la era POSTCIVID. 

Si algo deberíamos aprender de la pandemia es que el planeta no soporta el exceso de producción y consumo. La pérdida o derroche de alimentos, entre un 25 y un 30% del total que se produce en el mundo, es responsable de entre el 8 y el 10% de todas las emisiones de efecto invernadero que genera el ser humano, según el último Informe Especial sobre Cambio Climático y Tierra del IPCC, el panel internacional de expertos que asesoran a la ONU. Un gran impacto medioambiental y sobre el clima, y supone una presión innecesaria sobre recursos naturales limitados, como la tierra y el agua.


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