Flamencos, un espectáculo de la naturaleza a 10 minutos de Valencia

“Humedales para nuestro futuro, Medios de vida sostenibles”. Es el lema que este año ha servido para celebrar el Día Mundial de los Humedales.”. Sin embargo, antes de la campaña en la red, desde unas semanas atrás, uno de nuestras zonas húmedas más emblemáticas empezaba a ser mejor conocido por quienes solo habían oído hablar de él.

Las redes sociales bullían “¡Dos mil flamencos en l’Albufera!” “Iba hacia Alfafar y no te puedes imaginar la de flamencos que había al lado de la carretera” “He tenido que parar el coche para verlo bien”, frases teñidas de incredulidad acompañadas con fotos del arrozal con una imagen poco frecuente y que se repite desde hace tres inviernos.

Así que no lo penséis, id cuanto antes. Buscar este grupo inquieto de flamencos es una excelente excusa para perderse en sus caminos y conocer mejor esta joya situada a 10 minutos de Valencia.

En realidad, este grupo tan famoso lleva en l’Albufera todo el invierno, en las zonas de Sueca inundadas por la Perellonà, y en algunas ocasiones en Silla. Los movimientos eran obligados, pues en esas zonas se practica intensamente la caza de acuáticas, y por ininteligible que parezca, varios de ellos han aparecido muertos por disparo en varios puntos de l’Albufera. Es triste y duro, pero es la cruda realidad.

Foto: Antonio Vizcaino Matarredona

2600 flamencos, el máximo histórico

A pesar de todo, el grupo de flamencos ha ido creciendo progresivamente durante el invierno, desde los 630 censados en octubre hasta los 2130 que se han vienen censado desde diciembre. Es posible que el grupo aumente en febrero, ya que en marzo del año pasado se registró el máximo histórico, con 2600 aves. En 2012 el máximo fue de 309 aves (muchas jóvenes), en 2013 de 1769, y en 2014 de 1745.

Os preguntaréis cómo pueden ir aumentando a lo largo del invierno. Los flamencos son aves sociales con una altísima capacidad de movimiento, y con cierta frecuencia se desplazan entre humedales. De hecho, hace dos semanas cruzaron Valencia de sur a norte, volando bajo, sobre las 22h. Os aseguro que quienes lo vieron lo recordarán toda su vida. ¿Hacia dónde iban? Posiblemente hacia otros humedales nada desdeñables, como el Marjal del Moro, Almenara o, incluso, el Delta del Ebro. Al detenerse en estos humedales, los ejemplares interaccionan entre ellos y muy posiblemente intercambien información. Algunos de estos flamencos cambian de grupo y pueden unirse a estos flamencos invernantes en l’Albufera, o simplemente otros grupos visiten l’Albufera y se unan a ellos.

De aquí o de allá

Fruto de esta capacidad, los flamencos que vemos estas semanas en l’Albufera vienen de distintas partes del Mediterráneo: un gran grupo de aves nacidas en Doñana, Marismas del Odiel, Fuente de Piedra, Pétrola, Delta del Ebro, la Camarga francesa, las Salinas di Comacchio y Cerdeña en Italia, e incluso algunas de Argelia. Los flamencos no entienden de fronteras, no son de aquí ni de allá: ¡son mediterráneos!.

Pero, ¿por qué ahora hay tantos en l’Albufera? Hay varios aspectos que pueden ayudar a entenderlo. Por un lado, la población mediterránea occidental de flamenco está en aumento en los últimos años, con el asentamiento de nuevas colonias. Por tanto, es lógico que el flamenco haya establecido también nuevas áreas de invernada. De momento, parece bastante improbable que se establezcan como reproductores en l’Albufera… aunque si por algo se caracteriza la naturaleza es por no dejar de sorprender.

Foto: Antonio Vizcaino Matarredona

Algo biológicamente lógico

En los últimos años se ha podido comprobar que las aves adultas invernan en mayor medida en Mauritania y Senegal, mientras que jóvenes pasan los primeros inviernos más cerca de los humedales en los que nacieron (aunque para un flamenco, l’Albufera puede estar “cerca” de Italia). Es algo biológicamente lógico: a pesar que pasar el invierno al sur del Sáhara es bueno por las mejores condiciones tróficas y temperaturas que ofrecen aquellos humedales, las aves jóvenes tienen bastante probabilidad de morir en el camino, débiles y extraviadas por su inexperiencia. De esta manera, las aves jóvenes consiguen sobrevivir al invierno, aunque no tan bien como los adultos.

Además, los flamencos, que tiene una vida larga (pueden llegar a vivir más de 30 años) aprenden cuales son los ambientes adecuados y cuáles no, y volverán donde les ha ido bien. Sin embargo, nonecesariamente tiene que existir una mejor disponibilidad de alimento que en las décadas anteriores. En la actualidad no hay datos que permitan saber si ha habido un cambio en la disponibilidad de recursos (el flamenco se alimenta de pequeños organismos acuáticos, como larvas y adultos de artrópodos, crustáceos, moluscos o anélidos, filtrando el agua y el barro con unas laminillas que tiene en el pico) o, sencillamente, con el aumento de la población y la necesidad de encontrar nuevas zonas de invernada, han encontrado un lugar no explotado anteriormente. Es importante recalcar que esto no indica necesariamente que el ambiente sea mejor o peor. Simplemente, el flamenco ha encontrado en l’Albufera un lugar en el que adaptarse al cambio poblacional que está viviendo la especie.

Todo lo anterior vendría a refrendar la teoría de que la población invernante se creó a partir de un grupo en su mayoría de aves jóvenes en un marco generalizado de aumento poblacional, que aprendieron que l’Albufera es un humedal adecuado para alimentarse entre febrero y marzo, y, en posteriores años, han probado con éxito a explotar recursos de l’Albufera, también al largo del invierno, y atrayendo a más individuos durante los movimientos que realizan en el propio invierno.

Ante todo, respeto

Por último, me gustaría añadir una invitación a la reflexión. La presencia de flamencos está llevando, afortunadamente, a muchas personas a mirar, fotografiar y disfrutar de un espectáculo de la naturaleza a pocos minutos de sus casas. Y muchas más han de pasar, para quedarse enamorados de este espacio y las aves que viven en ellas, y defender su mejora y conservación. Pero no debemos tensar la cuerda. Es frecuente ver personas que se acercan para lograr una buena foto con el móvil hasta sobrepasar la distancia de seguridad que mantienen los flamencos, o para hacerles levantar el vuelo (¿qué habrá en las cabezas de estos últimos?). Esta es una de las razones por las que los flamencos cambian tanto de lugar y en ocasiones es difícil encontrarlos a pesar que, siendo enero, con la rápida desecación de los arrozales que los ha convertido en campos fangueados o yermos, los flamencos poco a poco han ido quedando arrinconados en pocas zonas buenas para su alimentación.

Vayamos todos a verlos. Disfrutemos de ellos. Vibremos. Asombrémonos. Pero, sobre todo, disfrutemos, vibremos y asombrémonos desde dentro del coche o agazapados junto a él, observándolos cómo remueven el suelo con la cabeza bajo el agua, se pelean, hacen cortejos o dormitan sobre una de sus patas. Sólo así, podremos seguir haciéndolo cada año, y l’Albufera tendrá un valor más que añadir a su larga lista.


Foto: Antonio Vizcaino Matarredona


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