Un año de SIPAM, el valor reconocido de l’Horta de València

En el primer aniversario de este reconocimiento de la FAO, el profesor José María Gª Álvarez-Coque analiza los principales avances en la huerta periurbana de la ciudad de València

El 26 de noviembre de 2019 el paisaje y la tradición que conforma el regadío histórico de l’Horta de València fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO) como Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial, conocido como SIPAM. Detrás de este alto reconocimiento, ha sido fundamental la Cátedra Tierra Ciudadana de la Universidad Politécnica de Valencia, encargada de coordinar y redactar su candidatura. 

Para conocer los avances y retos que supone la declaración de zona SIPAM en la protección del patrimonio único que acoge l’Horta de València, hablamos con el director de Cátedra Tierra Ciudadana, José María García Álvarez-Coque, catedrático de Economía Aplicada en la UPV. 

“Ha habido un proceso muy largo de concienciación ciudadana de la importancia del espacio agrario periurbano no solo como pulmón de un área metropolitana, sino como parte consustancial de nuestra cultura y también de nuestra alimentación. Este proceso ha llevado años, y ahora tenemos un hito más, que es el reconocimiento SIPAM, además de la aprobación en 2018 de la Ley de la Huerta, que fue muy importante al fijar decisiones políticas. Lo importante es que ahora vemos las metas y las funciones que puede cumplir ese espacio más allá de aparecer en las postales”, observa este profesor de Economía y Política Agrarias.

El hecho de que el paisaje y el sistema agrícola que configura l’Horta de València forme parte del imaginario colectivo de los valencianos es un punto a favor para el SIPAM de la huerta valenciana, reconoce el experto, sin embargo, este espacio agroalimentario único todavía adolece tanto el problema de la presión urbanística como el abandono de tierras. 

 “Muchas veces sentimos l’Horta cerca, pero como un espacio de museo. No es el espacio de las novelas de Blasco Ibáñez. Estamos pensando en algo que puede cumplir una función social, cultural y económica. Ese reconocimiento de la FAO hace falta todavía apuntalarlo. Es tan peligroso es el urbanismo desaforado que todavía está actuando y presionando, como las tierras abandonadas. La pérdida de rentabilidad que hay en la agricultura, en buena parte de su espacio, lleva a abandonar parcelas que en sí mismas están convirtiéndose en un gran problema. Tenemos que trabajar en muchos sentidos”, señala el director de Cátedra Tierra Ciudadana.

L’Horta de València no es solo un medio de vida y un espacio de biodiversidad. El sistema SIPAM implica una puesta en valor de este paisaje periurbano agrícola como un sistema de conocimiento. “El SIPAM aporta una metodología de trabajo para poner en valor un espacio singular. Primero, hay que saber cómo identificar un espacio singular, y después qué hacer con ese espacio singular en beneficio de las personas que viven en ese espacio. En ese sentido, España es muy activa. También puede haber metodologías nacionales que supongan un reconocimiento a nivel estatal. Se puede trabajar incluso a nivel valenciano por crear nuestros SIPAV, nuestros sistemas de patrimonio agrícola valenciano. Lo importante no es la meta, sino el proceso, cómo ponernos en común para apreciar el valor de nuestro territorio, comprometernos con él y ponerlo a funcionar al servicio de la sociedad”.

La conservación dinámica, un elemento clave

Un concepto asociado a este reconocimiento de la FAO corresponde al de conservación dinámica. “El espacio milenario no es un espacio estático. La foto del siglo XXI no tiene que ser exactamente la foto del Califato o del antiguo Reino de Valencia o del reino musulmán. Lo que tenemos es una trama de regadío histórico, en la que es fundamental el apoyo del Tribunal de las Aguas y la Acequia de Moncada, que permite adaptarse a las circunstancias de cada momento. No se trata de mantener un paisaje estático con los mismos cultivos, si no un espacio que cumpla una función como lo pueden ser los huertos urbanos. Lo variable y dinámico es el emprendimiento social y económico que pueden generarse alrededor de esta área agrícola”, recalca García Álvarez-Coque.

Cuidar de este paisaje, recuerda el profesor, no solo nos va a venir bien al bolsillo, también al planeta. “Tenemos que preparar un paisaje que esté adaptado a la crisis climática. No solo se puede hablar de la rentabilidad económica de un turismo bien organizado, contando con la población local, la cultura y el paisaje. No solo es emprendimiento económico, también es la propia supervivencia de la huerta a largo plazo”, concluye el director de la Cátedra Tierra Ciudadana.


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